viernes, 3 de octubre de 2008

1a. Sección - Yo soy un caminante


1a. Sección

Yo soy un caminante, sobre las disposiciones interiores del autor, que desde joven lo afianzan en su senda, y determinan su suerte y su canto.

Siempre al timón de su mundo de sueños e ideales, orienta sus pasos a la luz de una conciencia clara, que atiza su fe y hace elás­ticas sus reacciones.

De aquí brotan, como de una fuente, sus can­cio­nes.



1.1. AUTORRETRATO DE MI VIDA


(Se puede escuchar esta canción, haciendo click sobre el enlace con el botón derecho del mouse para abrir una ventana o pestaña nueva).

Nací un mes de marzo a plena luz,
fui la alegría y la inquietud
de aquel hogar tan pueblerino.

Crecí junto al cañaveral,
calmé mi sed en un manantial,
les di mi canto a los caminos.

Viví entre el defecto y la virtud,
desasosiegos y quietud.
Viví tristezas y alegrías.

Si alguna vez me equivoqué,
no me arrepiento (lamento) porque hoy sé
que ésa es la escuela de la vida.

Pasé de la inocencia al rigor;
de la niñez, sin transición,
a ser un hombre.

Tal vez un día encuentre al niño aquel,
llevando a cuestas su vejez,
quién sabe adónde.

Amé las cosas simples de verdad,
fui aprendiendo a valorar
cada detalle de la vida.

No me lamento de mi ayer,
lo que sufrí ya lo olvidé;
soy el autor de mi alegría.




Del ambiente distendido y agreste donde nació y creció, con sus luces y sombras, pasó en plena adolescen­cia a enfrentar el rigor del mundo a la intemperie.

Por la pureza del corazón ve sus errores, que se convierten en lecciones, y aprende a valorar todo: aun lo que nor­malmente damos por sentado o se nos escapa; de modo que el saldo de sus balan­ces es siempre positivo.

En la aceptación de las dificul­tades se fra­guó su alegría, de la que se siente —por eso— autor.

Esta entereza lo une al niño que fue, a quien recuerda y le parece posible reencontrar realmente, algún día.



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Tengo mi mejor amigo.
Es un hombre muy leal.
Me llevó por buen camino.
Nunca supo hacer el mal.

Él me ha dado todo siempre,
sin pedirme nada.
Cuando niño, siempre él a mí
me hablaba.

Él era mi padre,
mi amigo también.

Hoy es mi mejor amigo.
Yo le quiero agradecer:
Todo lo que soy le debo;
Todo lo aprendí de él.

Padre: quiero que tú sepas
que nunca me olvido
que tú fuiste siempre
mi mejor amigo.




Con la bondad de sus palabras y de su con­ducta, su padre grabó una huella imborrable en su alma.

La riqueza que así le transmitió, invisible a los ojos, constitu­ye su tesoro, lo esencial de su vida.

Aquel padre tan natural en su generosidad tiene un hijo agra­decido, que lo reconoce como su mejor amigo.

Su lealtad moldeó su personalidad, y en la memo­ria da conti­nui­dad al uni­verso del niño y del adul­to.



1.3. POR LLEGAR A TI


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Yo cerré mi puerta una mañana;
mis amigos me vieron partir.
He cruzado montes y quebradas,
y todo por llegar a ti.

Muchas veces me mojó la lluvia,
de los manantiales yo bebí.
Tuve hambre, y fui ladrón un día,
y todo por llegar a ti.

Me hice amigo de la noche,
de los campos y del sol.
En las piedras del camino
hice mi verso mejor.

En mis ojos traigo viento,
y a flor de piel una canción.
He comido fruta de los montes;
a orillas del río me dormí.

Vine andando como un vagabundo,
y todo por llegar a ti.




Deja su hogar y su entorno, con el presentimiento del amor que lo espera lejos.

En el largo trajinar mantiene su franqueza y clari­dad a través de múltiples vicisitudes que lo ponen a prue­ba.

Los traspiés y las caídas no lo apabullan. Reacciona con agilidad, extra­yendo lo mejor de sí mismo para superar las piedras del ca­mino.

Su historia es la de un vagabundo. Pero la fuerza que lo mueve es espiritual: se trasunta en su mirada, y se expresa espontá­nea­mente en canto.




1.4. HOY QUE RECUERDO MI PASADO


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Junté mis cosas una noche
de aquel rincón que fue mi hogar,
les di un abrazo a mis amigos
y después…
con la mañana me eché a andar.

Busqué la luz de los caminos,
donde creció mi dignidad,
y los recuerdos me ayudaron a calmar
noches de frío y soledad.

Salí a buscar mi destino
y luché sin descansar.
Yo tuve a Dios como amigo
en mi largo andar.

Yo fui creciendo como el trigo,
bajo la lluvia, bajo el sol,
y en una esquina de la vida descubrí
toda la magia del amor.

Hoy que recuerdo mi pasado,
junto a los hijos en mi hogar,
le doy las gracias a la vida porque
al fin llegué donde quise llegar.













Sale de su casa con un sueño en el alma, y no lo descuida; no entrega su corazón a nada que lo aparte de él.

En el recogimiento de la vida interior, la razón se inde­pendiza del rigor de las situa­cio­nes y los deseos de su alma iluminan su memoria y sus proyectos.

Su voluntad sustenta esta claridad, y la firmeza que le da a su determinación hace crecer su dignidad: como crece el trigo, bajo la lluvia y bajo el sol.

Así se desarrolla su amistad con Dios, que es quien enciende y alienta los sueños del alma, y dis­pone los acon­tecimientos para que se cumplan.






1.5. NO ME ENCUENTRO


(Se puede escuchar esta canción, haciendo click sobre el enlace con el botón derecho del mouse para abrir una ventana o pestaña nueva).



No me encuentro, no me encuentro.
No me puedo hallar.
Con los ojos de mi alma,
ya no puedo, no puedo mirar.

Soy un pobre vagabundo,
¿Dónde iré a parar?
Pasa el tiempo y no me encuentro,
no me encuentro; no me puedo hallar.

Tengo el alma adormecida
de tanto llorar.
Muchas veces me pregunto,
me pregunto: ¿Dios dónde estará?

Por las noches yo me abrigo
con mi soledad.
Los caminos son testigos:
muchas veces me vieron llorar.

Sabe Dios en qué camino
yo me iré a morir.
Tengo ganas muy cansadas,
muy cansadas, no puedo seguir…

Soy un pobre vagabundo.
¿Dónde iré a parar?
Pasa el tiempo y no me encuentro,
no me encuentro; no me puedo hallar.



Las contradicciones que ponen a prueba sus sueñospersonales le adormecen el alma, y le cuesta mirar con sus ojos.


La sensación de vacío y de oscuridad se pro­duce porque nuestros ojos resisten la infor­mación de los ojos del alma, que desplaza —encaminándola— la propia.

El amor resuelve el conflicto, porque modera la reacción de los sentidos: para que lo invisible informe a la razón sobre las cuestiones que están plan­teadas.





de la conciencia



1.6. YO SOY UN CAMINANTE


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La libertad es mi pan,
los caminos mis canciones.
El viento es mi confidente,
conoce mis ilusiones.

Me gusta andar sin saber
quién me espera en el camino.
Llevo un verano en mi piel;
la lluvia canta conmigo.


A mí me gusta cantar
aunque yo no sea cantor.
Me sale el canto del alma
cuando le canto al amor.

Me gustaría morir
en el campo junto al trigo,
con mis ojos bien cerrados
y que me moje el rocío.





             La libertad lo sustenta porque mira con los ojos del alma, gracias al amor, que lo ata a sus sueños.

 Sus ilusiones son espirituales e intrans­feri­bles. El viento, que disipa sus nubes, es su con­fidente,
 Así avanza con plena confianza: no busca carre­­te­ras trilla­­­­das sino la propia, que se hace canción.

           El futuro no lo inquieta, ni siquiera la muerte. Marcha por un camino soleado, en el que la lluvia se          aso­cia a su canto.

             Ese canto que refleja su andar, se dirige al amor, que lo anima.






1.7. HOY ME DIO POR RECORDAR


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Hoy que se me dio por recordar
aquella casa en el lugar donde nací;
hoy por un instante hasta sentí
esa fragancia del jazmín
de los caminos de mi infancia.

Hoy junto a mi padre yo me vi;
a mi abuelita vi venir con sus consejos.
Hoy… ¡cuántos recuerdos vi pasar!
También he vuelto a recordar
aquel poema de Vallejo:

“Hay golpes en la vida tan fuertes…
¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios;
como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma….
¡Yo no sé! …. “

Hoy, que se me dio por recordar
cuántos amigos ya no están: se fueron lejos;
Hoy me puse triste hasta el dolor,
al recordar un viejo amor y el primer beso.

Hoy, ¡cuántos recuerdos vi pasar!
También he vuelto a recordar
aquel poema de Vallejo:

“Hay golpes en la vida tan fuertes…
Golpes como del odio de Dios ….
¡Yo no sé!”



El dolor de las adversidades y frustra­ciones acompaña aquí a una vívida y dulce evocación de la in­fancia, donde apare­cen las figuras paradigmáticas del padre, y de la abuela.

Silenciosa y vertiginosa, la memoria revive e ilu­mina deta­lles, significativos en su enlace.

Lo incomprensible de la muerte y del sufri­miento, presente en la vida de los hombres, proyecta su som­bra lace­ran­te, y en el horizonte vacío des­te­llan las pre­guntas esen­ciales.

El corazón se abre y la mente se expande: la con­ciencia se enciende y se hace relativo el peso de la informa­ción de los sentidos.

Esta capacidad de silencio y de contemplación es la fuente de nues­tra libertad y de nuestra dignidad; que nos hermana.


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