viernes, 3 de octubre de 2008

4a. sección - El camino de la libertad

4a. Sección
El camino de la libertad. La Palabra de Dios, que es amor, nos salva de la dispersión por el recogimiento, y libera a nuestra razón de la oscuridad del mundo, que le es refractario.

La meditación que se ahonda sobre esta base, en el mar­­co de nuestra épocapode­rosa e im­po­tente—, nos hace atisbar la solidaridad invisible que regula la convivencia humana.



4.1. ESTE POBRE MUNDO


Pobre mundo, ¿qué te pasa? Tenés cara de dolor.
Los hombres que te querían te perdieron el amor.

No florecen tus trigales; se está secando tu flor.
Tus niños lloran de hambre; tiene frío el arador.
Tu dolor está en el viento. Tu dolor está en el mar.
Hoy tu piel ya no respira. Ya no hay luz en tu mirar.

Pobre mundo, ¿qué te pasa? Tenés cara de dolor.
Los hombres que te querían te perdieron el amor.

Hoy tu iglesia está desierta. Está seco el manantial.
Tus palomas ya no vuelan. Pobre mundo, ¿dónde vas?
Tu dolor está en el viento. Tu dolor está en el mar.
Hoy tu piel ya no respira. Ya no hay luz en tu mirar.

El mundo, que se pliega y se despliega ante nues­tros ojos, está desorientado y triste.
Las buenas realidades se frustran; una multi­pli­­ci­dad de incon­­gruencias impide que se recojan frutos ade­­­cua­dos a las necesi­da­des.
Se gene­ran ten­siones y se anu­dan con­flictos de los que se ignoran, o se pretenden ignorar, las causas y las solu­­ciones.
Hay dolor y desarraigo. No reinan la paz ni la ale­gría. La injus­ticia, la violencia, la impiedad se multi­pli­can. El desa­mor se convierte en norma.
No se busca a Dios; se relega su culto; se seca el ma­nan­­tial.
4.2. EL REBELDE CON SU CAUSA

(Se puede escuchar esta canción, haciendo click sobre el enlace con el botón derecho del mouse para abrir una ventana o pestaña nueva).

Me aburren aquellas cosas
que se hacen por costumbre.
Me gusta estar en la cumbre
y correr por la llanura.
Y al Señor de las alturas
pedirle una explicación,
porque no encuentro razón
para que un niño llore de hambre.
El niño con su inocencia
El pobre con su pobreza
El rico con su riqueza
Y el rebelde con su causa.
Me aburren las mismas calles,
me aburre la misma gente;
quiero andar como anda el viento
por caminos diferentes.
Quiero abrir otras ventanas,
quiero cerrar otras puertas.
Quiero saber de otra gente,
cómo vive, cómo siente.
La exasperación del rebelde que lo apremia no cul­mina en de­ses­­pe­ración.
Ante el desgarramiento del mundo, que se profun­diza, el pensa­miento se vuelve a Dios, y no resulta irre­ve­rente sino necesario pedirle explicaciones.
El diálogo con Dios surge espontáneamente ante el dolor: es oración, que en el silencio de la vida interior nos calma y nos alerta contra la ru­tina y las vanas simpli­fica­ciones.
Nos mueve a reconocer las cosas como son, de veras, a examinar todo exhaus­ti­vamen­te, con la agili­dad del espíritu, variando el enfoque de las situaciones, para determinar pers­pectivas váli­das y dese­char las que no lo sean.

4.3. SILENCIO PARA UN LABRADOR
(Se puede escuchar esta canción, haciendo click sobre el enlace con el botón derecho del mouse para abrir una ventana o pestaña nueva).

¡Silencio! ¡que hasta el viento se detenga!
¡Silencio! que la fosa que se cava
es para un pobre labrador.

¡Silencio! Que el arado está llorando;
la tarde se vistió con su dolor.
Allá, donde se va a dormir el viento,
también se fue a dormir un labrador.

La cruz que le pusieron de madera,
él mismo con sus manos la talló.
La tierra, que ya cubre su pobreza,
también está llorando al labrador.

La tierra está perdiendo sus raíces;
se pudre la semilla de la flor.
¡Silencio!, porque el trigo está llorando
la muerte de este viejo labrador.

La escena, traspasada de silencio, nos recuerda que cada hombre al morir se encuen­tra con su propio miste­rio frente a Dios. Es el destino de todos y no nos deja indife­ren­tes.
Pero el impacto se redobla al entender que también el largo día del hombre-labrador, forjador de las cultu­ras clásicas, desapareció ante nuestros ojos desprevenidos. Y nos dejó un mundo cambiado.
Las soluciones fáciles de hoy ocultan sus procesos y se presentan como mágicas. Su inme­dia­tez y su profu­sión las despojan de su sentido, y arrasan la ilu­sión y la esperanza. En cambio, la agricultura es modelo de todo trabajo in­te­li­gente, y nos invita a mirar lejos: a sacar los ojos de las cosas, y a ponerlos en su esencia.
Paradójicamente —a pesar de la diversidad y de la pro­fun­­didad de la información que maneja­mos—, nuestra visión del mundo se acorta, y fomenta el aire de triunfo que adopta el error en nuestra época.

4.4. UNA PATADA A LA VERDAD
(Se puede escuchar esta canción, haciendo click sobre el enlace con el botón derecho del mouse para abrir una ventana o pestaña nueva).

Hoy ya no importa que vos seas un buen tipo.
Ya poco importa ser decente y trabajar.
Ahora cualquiera se siente con derecho
de darle cuando quiere una patada a la verdad.

¿Por qué será,
Por qué será,
Que hoy le dan
una patada a la verdad?

Hoy ya no importa tener mucha conciencia.
Hoy se disfraza de genio el incapaz.
Hasta te dicen que el amor pasó de moda,
la vergüenza es una cosa que ya nadie la usa más.

Hoy los valores están todos cambiados,
Hoy ya no importa tener mucha moral.
Hay mucha gente que lleva una careta;
del dolor hace la fiesta: todo el año es carnaval.
Lo que pasa es que el mundo por sí mismo no tiene dimen­­­sión espiritual; sus pautas y medidas son inmediatas y par­­ciales. Igual que las de la mente y los sen­tidos: que desco­nocen y resis­ten el impulso integrador de la vida interior.
Sin la ayuda de la voluntad, que le abre el corazón, la majes­tad del bien y de la belleza desa­pa­rece de la mente como el sol en la noche: la razón se queda a oscuras, desinfor­mada, la libertad se frustra, y nues­tros desti­nos se labran des­de el divorcio interior. Es gracias al amor que nos inculca su característica mirada compasiva, que nos hacemos capaces de colocarnos en el lugar de los otros, y de querer el bien de todos: que constituye la libertad misma.
Sin la prudencia y la fortaleza, frutos del amor, de candente suavidad, el error se difunde con des­par­pajo y prepo­tencia. Y se toman por maestros a quienes lo enseñan.
Las falsas oposiciones que se crean alejan la solución de los problemas, que no llegan a plantearse adecua­damente.

4.5. TODO ES DIFERENTE
(Se puede escuchar esta canción, haciendo click sobre el enlace con el botón derecho del mouse para abrir una ventana o pestaña nueva).

Todo es diferente. Nada es igual…
No todas las aguas desembocan en el mar.

Hay gente que ríe. Hay gente que llora.
Hay gente que pide.  Hay otros que imploran.
Hay gente muy triste. Hay gente feliz.
Hay gente de blanco. Hay gente de gris.

Todo es diferente. Nada es igual…
No todas las aguas desembocan en el mar.

Hay gente inconsciente. Hay otros que piensan.
Hay gente muy buena, y otros sinvergüenzas.
Hay gente que lucha porque quiere paz,
y otros que destruyen sólo por maldad.

Todo es diferente. Nada es igual…
No todas las aguas desembocan en el mar.

Hay niños que esperan. Tiéndeles tu mano.
No les tires piedras, que son tus hermanos.

Las cosas no son como parecen…
A nuestro alrededor vemos alegrías y tris­tezas, ple­ni­tud y desazón, luces y sombras: rea­lidad visible que es refle­jo de otra, esencial e insondable —menos para Dios—, que trans­curre en nues­tros corazones.
Igual que los ríos corren cada uno por su sitio ale­grando y dando vida a su lugar sin confundirse ni en­tor­­­­­­pecerse, y sin embargo atrayéndose fiel y natural­mente en un destino común, así fluyen nues­tras vidas.
La felicidad de todos depende del amor de cada uno, que -por la mirada compasiva- le brinda el foco adecuado a la razón, y así alcanza la meta de la libertad.
Más o menos espontáneo y firme, el amor que moldea nuestras disposiciones le da unidad y sentido a nuestra vida. Y define nuestro apor­te a la so­ciedad: que rea­li­­za­mos unidos a Dios, y sólo Él co­no­ce.


4.6. EL CAMINO DE LA LIBERTAD

(Se puede escuchar esta canción, haciendo click sobre el enlace con el botón derecho del mouse para abrir una ventana o pestaña nueva).

Los hombres buscan el camino
donde el sol alumbre a todos por igual.
Y van buscando el camino
donde nadie pueda callar la verdad.

Hay muchos que dieron su vida,
que dieron su sangre por la libertad:
dejaron vivo el pensamiento;
nunca morirá.

No muere nunca la Palabra.
Mil veces la callan y vuelve a sonar.
Los hombres buscan el camino de la libertad.

Un nuevo día está naciendo.
Luces de esperanza vuelven a brillar.
Hay hombres allá en el silencio;
se durmieron muchos. Ya no lo verán.

Aquellos que dieron su vida,
que dieron su sangre por la libertad:
dejaron vivo el pensamiento;
nunca morirá.

No muere nunca la Palabra.
Mil veces la callan y vuelve a sonar.
Los hombres van hacia el camino de la libertad.


Todos los hombres tenemos la noción de un mundo sin tinieblas ni tensiones, luminoso y justo, sin engaños ni desen­gaños, al que está ordenada nuestra libertad.
Y aunque nos parezcan sueños imposibles, no lo son. Dios, que nos hizo a su imagen y semejanza, nos da esa esperanza, para que podamos alcanzarla con su ayuda.
Nuestra capacidad de silencio y de contemplación, que actualiza esos sueños, constituye la libertad misma, fuente de nuestra dignidad: que enlaza nues­tros destinos, nos hace­ res­­pon­sables unos de otros, y nos hermana en la meta cierta de hacer brillar el bien y la verdad.
Porque Dios es fiel, y la potencia de su Palabra creadora es invencible, quienes le consagran la vida a la realidad que les hace vislumbrar vencen en los fracasos. Y dan fruto en la medida de su amor, que —con la fuerza de Dios— se despliega total­mente en el dolor: hasta la muerte.
La huella que con su pa­­­la­bra y su ejemplo trazan —en la pequeña y en la gran histo­ria—, perfila un camino sin sombras: que es prenda del mundo mejor que esperamos.


4.7. SALVEMOS AL MUNDO (letra y música en colaboración con Lalo Fransen)




Si seguimos viviendo con odio y rencor,
a este mundo ya nadie lo salva.
Si a las cosas la gente no les pone amor,
a este mundo ya nadie lo salva.

Por eso, ¡vamos!, hermano del alma,
busquemos la calma, la dicha perdida,
porque podemos cambiar el destino,
buscando un camino de amor y de paz.

Si dejamos de oír la palabra de Dios,
a este mundo ya nadie lo salva.
Si seguimos sembrando tan sólo dolor,
a este mundo ya nadie lo salva.

¡Reflexionemos! ¡que estamos a tiempo!
Mirando al cielo, ¡busquemos a Cristo!
Sin egoísmo, con amor profundo,
salvemos al mundo de su destrucción.


Que los hombres pudiéramos destruir a la humanidad hubiera sido impensable en otras épocas; pero hoy es una posibilidad real, que reclama y profundiza nues­­­tra re­flexión.
Alcanzamos este día nuevo de la historia porque sabemos reconocer el orden de las cosas y su finalidad. Pero sin la mirada compasiva, que nos hace querer el bien de todos, en los asuntos humanos la verdad se des­grana y pierde su evidencia. La impotencia que nos turba ante la sin­ra­zón del mundo con su carga de adver­sidad promueve el silencio que integra y escla­rece: que es la libertad misma, de donde brota la verdad.
Y porque la verdad y el bien son los fines —con­­ver­gen­tes— de la razón y de la voluntad, el movimiento de la mente hacia la verdad requiere en los temas humanos el movi­miento del alma hacia el bien.
La resu­rrec­ción de Jesucristo, en forma invisible a nuestros ojos, lo hace posible: el bien es una ventana al cielo, o un retazo de cielo en la tierra. Si lo reconocemos, y empezamos a buscar en cada cosa conscientemente la voluntad de Dios, pro­pi­­cia­­remos un mundo mejor: que sólo ven­drá de este modo.

No hay comentarios: